“DESPACIO QUE VOY DE PRISA”

Por
Mario Góngora H.

En una vida acelerada se nos pasan los momentos que valen la pena: los hijos, las parejas, los amigos y terminamos viviendo siempre visualizando el futuro, haciendo muchas cosas a la vez, y perdiéndonos todos los aprendizajes, las experiencias y los regalos que el presente nos trae, que son los que nos brindan los recuerdos más memorables.

Para realmente lograr todo aquello que vale la pena, necesitamos ir más despacio, sin formarnos proyectos o tener expectativas que al fallar pueden causarnos gran estrés y decepción. Gran parte de nuestra infelicidad se debe a la tardanza o al fracaso de proyectos que no estaban basados ni en la razón ni en el sentido común.

Casi siempre es prudente tener el valor de empezar desde abajo como requisito para vencer y lograr; donde lo más seguro es iniciar con poco y ese poco hacerlo valer paulatinamente. Además, toda la vida es una preparación para hacer algo mejor. Hasta hoy tenemos lo que pudimos hacer ayer, porque hasta hoy lo merecemos.

Si vamos despacio, sin desesperación, descubrimos que el mérito está en ser, no en aparentar, en hacer, no en prometer. Un esfuerzo acelerado, ciego, sin sentido común por intentar cosas absurdas nunca puede hacernos bien. Pero una hora de acción bien meditada y planificada vale por una vida de sueños sin acción.

El sentido común nos aconseja aceptar un crecimiento gradual. Se trata de conseguir lo que está disponible, y una vez conseguido, tratar de alcanzar algo más distante, y así sucesivamente. Un futuro muy remoto es demasiado complicado para poderlo pronosticar antes de tiempo. Es más común ver hombres que progresan de pronto sin esperarlo, pero casi nunca sabemos de alguien que haya llegado a lo que se propuso veinte años antes.

El que no espera encontrar una fortuna a la vuelta de la esquina es quien la encuentra más frecuentemente. Existe un extraño resultado en cuanto que aquello en lo más nos esforzamos en encontrar conscientemente, menos lo conseguimos. Sin embargo, cuando la búsqueda se origina en el inconsciente, es cuando mejor nos llega. Pero son requisitos la constancia y la inteligencia.

La opción que sí podemos tomar es la de ser martillo en vez de clavo; árbol en lugar de arbusto. Triunfemos no por nuestro tamaño, sino por ser lo mejor posible dentro de todas nuestras capacidades, talentos y dones que hemos recibido.

Todos podemos hacer bien muchísimas cosas, así como hacerlas mejor que los demás. El problema está en definir en qué podemos sobresalir. Muchos tienen la importante habilidad de hacer cimientos, y otros más para construir sobre los cimientos que otros hicieron.

Lo único censurable es no desear algo con una ambición mesurada, sin codicia. Es prudente ir despacio, planeando bien lo que queremos hacer y luchar por ello. Nunca construyamos edificios de arriba para abajo.