EL MÉRITO ACTIVO

Por
Mario Góngora H.

Para que la sociedad sepa quienes somos y de lo que somos capaces de lograr, necesitamos demostrarlo. El mérito inactivo, el que se da solo por adulación, por publicidad, por interés o por motivos políticos, no cuenta. Los resultados que no pueden verse o sentirse, no son reales. El éxito en la vida se da en lograrlos a través del mérito propio, y no por intereses económicos; tampoco por accidente.

El mundo nos da a todos la oportunidad de distinguirnos. Son más bien los flojos e indolentes los que nunca alcanzan esta distinción y consiguen el fracaso.

La simpatía de la sociedad no está del lado de los tímidos que por su falta de involucramiento no conocen la derrota, pero tampoco la victoria. Tampoco se la gana el que siempre está señalando los defectos de los demás, mencionando fallas reales o imaginarias en todo lo que se hace.

El mérito activo se le reconoce al que lucha con valor, el que se equivoca y rectifica, el que le da entrada al entusiasmo de los demás. El que quedará satisfecho aún si no logra su cometido, sabiendo que al menos intentó y comprobó hacer lo correcto.

El mérito activo está en ser eficiente, en poner en uso la habilidad de pensamiento, de trabajo, de estudio. Los grandes hombres son grandes no por lo que se dice, sino por hacer un trabajo a conciencia. Y no se trata de hacer las cosas meramente “bien”, sino el hacerlas mejor que los demás. Las mejores recompensas van para los que son capaces de hacer “lo imposible”.

Si hablamos de los políticos, la realidad es que tienen que estar preparados para enfrentarse a las nuevas circunstancias, ser hombres de conocimientos, de acción, y no solo de promesas. Si el prometer no los empobrece, ahora sí, si no cumplen, la sociedad los dejará en la más ruin de la miseria ante la historia.

La sociedad siempre ha necesitado hombres con habilidades honestas para dirigir los gobiernos y a la fecha, la mayoría han fracasado. No han tenido éxito en solucionar los problemas que quedan fuera del alcance de los ciudadanos.

El poder no es lo más importante para el que gobierna, sino el lograr involucrar a la sociedad en ser participativos y rectos, pues la diferencia entre las naciones y hasta en las regiones dentro de cada país solo tiene que ver con la capacidad de poner en acción nuevas ideas y dar todo el espíritu en ello, involucrando al ciudadano. Y el secreto de todo esto está en la forma de pensar y de sentir de todo un pueblo, de una ciudad, de un estado y de una nación.

Todo gobierno en donde haya injusticia y falta de voluntad está perdido, y desafortunadamente ese es el caso actual. Y no se trata de solo falta de voluntad, sino también de la necesidad de una eficiencia activa, de un carácter recio.