Por
Mario Góngora H.
Salvo los que se dedican a la delincuencia, todos reconocemos que no podemos tener todo lo que se nos antoja, mucho menos a costa de los demás. Existen ciertas reglas que nos dicen lo que es nuestro y lo que es ajeno. Y el respeto mutuo de nuestras pertenencias, es el principio de la moralidad.
Después de que una persona ha pasado toda su vida trabajando, y ha sido exprimido por una buena parte de los que le rodean, encontrarse con aquellos que quieren despojarlo de los pocos bienes que le quedan, es un crimen.
Casi todo ser humano tiene la meta o la ambición de “hacer fortuna”, porque para la sociedad, es un símbolo de éxito. Sin embargo, por lo general, el rico significa o representa inteligencia, trabajo duro y constante; ahorro, y una capacidad especial que es el manejar o administrar un negocio.
El hombre que sabe lo suficiente para apreciar el verdadero valor del dinero y de la propiedad privada, sabe bastante también para apreciar el valor del carácter, del auto control y del trabajo.
La propiedad es común que esté repartida inequitativamente. Muchas veces se encuentra en malas manos y no se usa para el bien, pero en general, la propiedad significa trabajo, energía, prudencia y entrega. Es natural que el que tiene poco o nada se encuentre inconforme, pero eso no lo autoriza a confiscar, expropiar o robar lo que no es suyo.
Los mismos métodos de que son acusados por la izquierda los llamados “capitalistas” son los mismos que están siendo aplicados, por ejemplo, por la República Popular China (comunista), o por los gobiernos “socialistas” de España y Brasil. Es necesario que el ser humano cuente con el sentido de “propiedad”; el poder decir, “eso es tuyo, esto es mío…”
No cabe duda que el tiempo convence mejor que la razón.
El que ve o siente que todo lo que trabaja o hace se repartirá entre todos, incluyendo los flojos, termina convirtiéndose en uno de ellos.
Toda forma de sociedad debe tener una estructura económica y debe adoptar una ley de moralidad. Lo malo es que en nuestro México, algunos buscan no tanto una patria próspera ni un primer mundo, sino un país donde vivir gratis a costa de lo suyo estimado lector y de lo mío
