IGUALDAD

Por
Mario Góngora H.
La igualdad es un tema que he tratado en ocasiones anteriores. Estas son nuevas reflexiones sobre este tópico.
Los que todavía interpretan la función de la izquierda como un ente que se opone a toda desigualdad, y que por lo tanto debe estar en contra de los patrones, de las inversiones extranjeras, del capitalismo, del neoliberalismo, de evaluar a los maestros (no sea que se descubra su ineptitud), de modificaciones a las leyes laborales, de la iniciativa privada, y que además proponen las soluciones casi siempre por las vías violentas, por el odio del que no tiene contra el que algo ha hecho en base a su trabajo, deben recapacitar sobre lo siguiente:
No, no todos los hombres hemos nacido iguales. Y sí, todos los hombres debemos ser tratados en igualdad respecto a las leyes, y todos, además de derechos, debemos tener obligaciones. Las oportunidades no son obligación de ningún gobierno, sino su búsqueda es responsabilidad única de cada individuo.
En este mundo no hay una cosa enteramente igual a otra en la naturaleza. Una flor no es igual a otra ni un árbol igual a otro, a pesar de ser de la misma especie. Pensar en esa igualdad natural es ser más bien, fatalista. Los hombres no somos iguales, pues tenemos superiores e inferiores en muchos aspectos, como lo es en habilidades para tal o cual cosa, así como en capacidades mentales. En esto reconozco y admiro a muchos de mis superiores en ambos aspectos. No hay defecto o limitación en el hombre que no le llegue a ser útil de algún modo. Existen personas sin brazos que pueden tocar un instrumento musical mejor que nosotros. Existen personas sin piernas que nadan mejor que nosotros o que pueden ganar carreras pedestres mejor que nosotros.
Sin embargo, dentro de las limitaciones que todos los seres humanos tenemos ya sean espirituales o materiales, podemos llegar a la altura que nos proponemos si ponemos en juego una voluntad férrea, entusiasmo y laboriosidad, o sea, trabajo y tenacidad. La responsabilidad que tenemos es la de descubrir cómo utilizar mejor los talentos y dones de los que fuimos dotados por el Creador. O por la naturaleza, para aquellos de la izquierda tradicional que dicen no creer en nada ni en nadie.
Sí, todos amamos “la igualdad”, pero no una igualdad perezosa, sino la que hace fructificar la tierra, hacer crecer las industrias y el comercio y sobre todo aquella que crea una buena voluntad entre los hombres. Buscamos una izquierda que en lugar de promover “la lucha de clases” promueve la paz y la cooperación, así como la hermandad entre los hombres.
Tanto hombres como mujeres, jóvenes y mayores, todos tienen cabida en una sociedad, compuesta de personas de muy diversos antecedentes raciales, lingüísticos, nacionales y económicos. Cada uno posee facultades mentales y físicas diferentes, pero esas diferencias no hacen a unos superiores y a otros inferiores ante la ley.