Por
Mario Góngora H.
En el artículo anterior, comentamos sobre las ventajas mentales, emocionales y sobre todo espirituales que obtenemos con la meditación y cómo nos otorga calma alejándonos de estados mentales negativos, dejando atrás el estrés y atrayendo, en ocasiones, la inspiración divina, la intuición, y fortaleciendo los campos energéticos. Habiendo muchas formas de meditación, quizá la “Zen” y la “Tumo” sean las más provechosas. Las dos requieren de absoluta relajación. En la primera se trata de vaciar la mente de todo pensamiento, y en la segunda, de llenar la mente con un propósito específico, viendo y sintiendo dentro de nosotros mismos lo que deseamos lograr, ya sea algo externo a nuestro cuerpo o interno, en el caso de alguna enfermedad, o para aumentar o disminuir nuestra temperatura corporal por ejemplo.
Otra forma para obtener más felicidad es tomar responsabilidad de nuestras obligaciones. Esto nos proporciona empoderamiento y libertad. La realidad es que entre más tengamos responsabilidades en nuestra vida, lo más fácil será poderla cambiar. Se requiere estar más concientes de nuestros pensamientos y diálogos internos; de nuestros sentimientos y creencias; de nuestras actitudes y decisiones que son las que crean nuestra realidad.
Otra herramienta para la felicidad es darnos cuenta que somos amados. Si alguien no tiene creencias espirituales, puede iniciarse amándose a sí mismo. Estando abiertos al amor a nosotros mismos entendemos mejor lo que realmente valemos como personas. Además, podemos estar seguros que alguien en el mundo sí nos ama; eso es irremediable.
Un paso más para la felicidad es el perdón, a nosotros mismos y a los demás. Es liberarse de las emociones tóxicas que nos envenenan tanto; que diariamente odiamos y castigamos de por vida a la persona que creemos o pensamos que nos ha causado daño. Perdonar y no olvidar no es un auténtico perdón, pues éste se da solamente cuando concluimos que para empezar, no tenemos nada que perdonar. Cuando nos perdonamos a nosotros mismos nos liberamos de las cadenas que obstruyen el éxito y la felicidad. La emoción del resentimiento es quizá la que más daño nos causa no únicamente mentalmente, sino también físicamente a gran escala.
Otro paso para ser felices es lograr divertirse. En el trabajo, con la pareja, con los hijos, con los amigos y compañeros, en el deporte, en toda actividad que desempeñemos. Ya casi nadie goza lo que hace. Y para gozar de toda y cada una de nuestras actividades, solo tenemos que pensar que nos gusta (aunque de momento no parezca así) y en pocos segundos, cambiará nuestra forma de pensar. La diversión es un antídoto para el estrés y el tedio. Alegra nuestro corazón. El Rey Salomón afirmaba: “Un corazón feliz nos hace tanto bien como una medicina, pero un espíritu roto nos seca los huesos”
Por cierto, la felicidad real esta Navidad se obtiene pensando y meditando sobre su significado y en la compañía de seres queridos, no en los regalos y en las grandes cenas.
