Por
Mario Góngora H.
Aunque tener prestigio es resultado de las buenas acciones que hacen a alguien digno de aprecio, es el mérito lo que cuenta, es la capacidad para abrirnos paso con lo que somos, no con lo que tenemos, ni en lo económico ni en lo político.
El auténtico prestigio no se gana con el reconocimiento que nos hace un político, ni con aparecer en los periódicos ni en la tele, se gana teniendo de inicio, un espíritu humilde, pudiéndose engrandecer el alma con la actividad que hayamos elegido en la vida. La vanidad es su principal enemigo y debe ser eliminada.
Por ejemplo, el político que trata de impresionar a los demás con una apariencia de grandeza, de enorme poder, de despotismo y de egolatría, se está engañando solo. La verdadera grandeza, el verdadero mérito, el auténtico prestigio no está en estar en altos puestos políticos ni en hacer grandes obras inútiles, sino en realizar obras en y con los que verdaderamente las necesitan, con pequeños recursos y no con cientos de millones de pesos que no benefician a nadie.
El prestigio vale mas que el dinero y consiste en bastarse a si mismo y a serle útil a los demás.
El prestigio no se puede comprar ni con dinero ni con publicidad. Tampoco puede aparentarse con desplantes faraónicos. Es, como dijo alguien, “un caudal moral que hay que ganar”. Todo el que se dio prestigio artificialmente, tarde o temprano la historia lo pone en su lugar.
Para adquirir prestigio se tiene que aprender, crecer y progresar con honradez, con ética, principios y valores. Nadie es grande por estar en un puesto ejecutivo, político o de gobierno. Sería como decir que un niño se hace hombre con el simple hecho de ponerse los zapatos de su papá.
El prestigio no se puede medir en forma material, pues se basa en la educación, en la forma de llevar la vida y por el carácter. Por tener un corazón rector y por no tener pretensiones. Su grandeza es sencilla, es práctica, es real.
El prestigio se construye a lo largo de los años, al dar muestras de honestidad y capacidad. Pero para perderlo, solo se necesita un instante. En un escrito, en una acción indebida, en un libro, o en un articulo, un escritor puede dilapidar su prestigio. Toda una vida de sacrifico, buenas acciones, de honestidad, pueden anularse en un pequeño instante.
La admiración, el respeto y la confianza de los que nos rodean se combinan para que alguien se convierta en prestigioso. ¿Cómo nos vemos, cómo nos sentimos para formar parte de este selecto grupo?
