Por Mario Góngora H.
El hombre, como los alfileres, si pierde la cabeza, no sirve para nada. Y la realidad es que el que puede hacer más por cada uno de nosotros, somos nosotros mismos.
Todos necesitamos independencia de pensamiento, así como hermandad de espíritu en vez de mentalidad de rebaño como hasta ahora. Se necesita una catarsis, así como en ciertas sustancias químicas las que en presencia de algunos metales, forman nuevas combinaciones químicas. La verdadera solidaridad consiste en llevar igual paso en la vida en apoyarnos mutuamente en nuestros anhelos, en avanzar juntos aunque nuestros pensamientos sean diferentes.
El tener empatía, el ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona, así como admitir el derecho que cada quien tiene respecto a sus propias opiniones y dejar que cada uno esté contento a su modo, es la base de la concordia, de la verdadera armonía.
De hecho, debemos pensar seriamente en la reciprocidad, que consiste en que cada uno, en nuestro trayecto por el mundo, intercambie favores por favores, cortesía por cortesía, honradez por honradez, decencia por decencia. Esta es la forma de lograr la paz y el entendimiento entre los hombres, es la forma de llegar a la armonía.
La armonía tiene que ver con los ideales de cada quien, pero nuestra grandeza está en nuestros ideales compartidos. El mundo que llevamos dentro es el mundo que cuenta, no solo para nosotros mismos, sino para la sociedad. El mundo es del color que lo estamos pintando. Quizá lo más terrible que podamos encontrar dentro de nosotros mismos es el encontrarnos vacíos cuando nos asomamos a nuestro interior.
Nuestras esperanzas tienen origen en nuestras aspiraciones. Nunca le quitemos ninguna esperanza a dichas aspiraciones. El optimismo es creador en sí, porque la visión se amplía cuando está en armonía con las demás mentes y espíritus. Lo que más afecta el corazón es la falta de esperanza.
El idealismo sano ha hecho más por la armonía del mundo que la simple lógica.
El mundo político rebosante de corrupción, nos ha robado los hechos más bellos e históricos. Necesitamos que nuevamente las acciones nobles de los simples ciudadanos nos regresen nuestra fe.
Cuando estamos en harmonía con nosotros mismos encontramos que de lo más valioso en la vida, es el producto de la energía combinada de la mente y del corazón. Y si se mantienen en armonía la espiritualidad y el idealismo, podemos convertir en realidad casi cualquier cosa. Cualquiera que sea la definición filosófica del idealismo, en la práctica es el deseo y el intento de volver real lo que creemos que ha de mejorar el mundo en el que vivimos.
