Por Mario Góngora H.
Entre más analizamos qué lleva a algunas personas a lograr sus metas, más podemos estar seguros que existe una combinación, una fórmula básica para lograrlo: la confianza en uno mismo y el entusiasmo, apoyados por la determinación derivada de una auto disciplina férrea. Esto destruye todo obstáculo y nos conquista el éxito y la felicidad.
Si nos falta alguno de estos elementos lo podemos cultivar. Tanto la confianza como el dominio de sí mismo pueden obtenerse por una actitud mental adecuada, esto es, pensando y obrando de acuerdo con nuestros Principios y nuestros deseos.
En realidad, dependiendo de las metas de cada uno de nosotros, todos podemos asumir una actitud mental que nos derive satisfacción y felicidad, lográndolo con una mente serena, tranquila, decidida y confiada. Si funcionamos al contrario, nos restará prosperidad y sobre todo salud.
Cada uno puede hacer lo que cree poder hacer y únicamente hasta el límite de esa creencia. Siendo esto un hecho comprobado, debemos practicar y ejercitar nuestros pensamientos y nuestra confianza, así como nuestra habilidad y poder, a fin de desarrollarlos, lo mismo que haríamos con el ejercicio físico para nuestro cuerpo. Esto es lo que realmente destruye todo obstáculo.
Pese a todo, seamos superiores a los cambios del viento, a los nubarrones, y a las tormentas, activando nuestra fe. Debemos mantener nuestro corazón en tono con el placer del trabajo y la satisfacción del logro. Y es básico considerar y tomar en cuenta nuestra intuición, o esos avisos que nos da el corazón. Es más cuestión, muchas veces, del instinto, más que del intelecto. Es prudente confiar en nuestras emociones. Las acciones espontáneas son las mejores, tratando de evitar a los que nos quieren dar muchos consejos, evitando también el pensar las cosas demasiado. El pedirle consejo a todo mundo debilita nuestras facultades de decisión y nos llena de ansiedad e incertidumbre, pues los demás nos aconsejan según ellos creen o piensan.
Para que las opiniones y consejos de los demás no sean un obstáculo en nuestro plan de vida, convirtámonos en nuestros propios consejeros. Esperemos de nuestros parientes y amigos solo su simpatía, pero solo la que se muestre en una apreciación justa de nosotros, en la que aprecien nuestras cualidades sin adulación alguna. En realidad, la verdadera ayuda tenemos que encontrarla en nosotros mismos. Las batallas las tenemos que ganar solos.
Un obstáculo puede ser librado si somos sinceros con nosotros mismos, pues el instinto, la intuición, no pueden ser persuadidos para que nos lleven por el camino que más nos agrade. En realidad, el que es sincero consigo mismo, es fuerte.
El hábito de pensar adecuadamente se basa en distinguir entre la confianza y el miedo y el resultado para cada quien, tiene que ser bueno o malo, según su actitud mental. Para nuestro bienestar, necesitamos pensar en todo bueno, a fin de eliminar lo malo de nuestra imaginación.