Por
Mario Góngora H.
Por definición, entusiasmo es entre otras cosas, “aquello que nos mueve a realizar una acción, favorecer una causa o desarrollar un proyecto”.
El solo tener entusiasmo o hacer las cosas con entusiasmo no es suficiente. Para que sea efectivo un estado de ánimo entusiasta es un requisito ir tras nuestro ideal con un objetivo, agregando la confianza que debemos tener para lograr el éxito final.
En este mundo existen dos tipos de personas. Una está compuesta por una minoría que son los entusiastas por el progreso, por lograr tal o cual cosa y hacen algo al respecto. La otra la componen los que no hacen nada y solo se sientan a criticar todo lo que tienen frente a ellos cuestionando del por qué no se hizo de otra forma.
Los más grandes logros en el mundo se han derivado del entusiasmo. Otros se han logrado por miedo o amenazas, pero invariablemente los primeros son los más importantes.
Siendo el entusiasmo una chispa proveedora de una energía vital, le otorga al trabajo un sabor placentero y el mundo parece más brillante y mucho mejor. Es la fe en algo, el entusiasmo por algo que hace de la vida algo agradable la mayor parte del tiempo.
El ser humano es llamado a ser fuente de entusiasmo y no mero autómata sin objetivos ni metas, víctima de la desesperación y la negatividad. Y dado que el entusiasmo en contagioso, tenemos la ventaja y la responsabilidad de hacer partícipes de nuestro entusiasmo a todos aquellos que nos rodean.
De las grandes ventajas de contar con un entusiasmo dirigido, con objetivos específicos, es que los obstáculos y las limitaciones son inaceptables e inexistentes. Con una fe perfecta, producto de nuestro entusiasmo, podemos remediar todos nuestros males y cumplir con todas nuestras obligaciones. Podemos desempeñar al máximo nuestras posibilidades y oportunidades.
Se dice que el entusiasmo es el pan diario de la juventud y el escepticismo el vino diario de la vejez (P. Bucky), y es cierto, si razonamos demás, jamás hacemos nada. Entusiasmo es un estado de fe, de afirmación de sí mismo.
La persona entusiasta es aquella que cree en su capacidad de transformar las cosas, cree en sí misma, cree en los demás, cree en la fuerza que tiene para transformar el mundo y su propia realidad. Está impulsada a actuar en el mundo, a transformarlo, movida por la fuerza y la certeza en sus acciones.
Entusiasmo no es solo creer que algo bueno va a ocurrir, sino es acción y transformación.