Por Mario Góngora H.
Decía Aristóteles que “el sentido común proporciona un lugar en donde todos los sentidos se juntan y en el cual se procesan las informaciones entregadas por dichos sentidos. El resultado estaría disponible mediante la conciencia”.
Parece ser que después de todo, el sentido común no es tan común. Es parte de cada individuo y por lo tanto difiere de persona a persona, ya que las personas viven distintas experiencias y las van clasificando o interpretando de forma diferente, según fueron percibidas.
En palabras mas claras, sentido común es esa capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos en forma razonable, y por lo tanto es el que nos exige hacer lo mejor posible en todas las circunstancias. Dicho más simplemente, es saber lo que debemos aceptar y lo que debemos rechazar ante todos y cada uno de los acontecimientos en nuestra vida.
Alguien dijo hace tiempo que “quien somete la acción a la prueba del pensamiento y éste a la prueba de la razón, rara vez se equivoca”. Sabiduría es pensar y obrar; obrar y pensar.
El sentido común no tiene tantos seguidores como nos imaginamos.
Nuestra sociedad se divide en tres grandes grupos de personas. Primero están los que no pueden razonar. Alguien podría agruparlos dentro de los “tontos”. Luego el siguiente gran grupo es el de los que no quieren razonar; la mayoría de estos, por razones o intereses económicos, venden su conciencia con el afán de esperar una remuneración por su fidelidad a cualquier idea, a su político en turno, o al gobierno. Pero el peor de los grupos es el de aquellos que no se atreven a razonar, que no se dan cuenta que sus paradigmas ya están sumamente limitados. Estos, se convierten en esclavos. No lo ejercitan por mera cobardía.
Con frecuencia el sentido común es considerado como algo de lo que nos tenemos que avergonzar, en vez de ser ese algo del cual estamos orgullosos. Sin embargo, este es un mundo grande para el hombre sensato y es un mundo pequeño para el que deja corromper su criterio. Para el que piensa que los demás no saben pensar, para el que admira ciegamente todo lo que otros dicen y hacen sin ningún tipo de opinión propia.
En cualquier batalla de la vida, es el sentido común lo que cuenta.
Si los políticos se dieran cuenta que el poder, el dinero y el éxito son solo términos relativos, no tendrían al final de cuentas en su vida, que llegar al la conclusión de que el que solo alcanza el éxito financiero, queda totalmente desilusionado.
El sentido común nos dice que la vida no es ni poder, ni negocio. Ni siquiera una obligación, sino un arte, y no existe un arte tan importante como el arte de vivir, y consiste en tener una vida sencilla, en ser bondadosos, en ser sinceros y francos y en amar nuestra independencia en lugar que las riquezas.