Por
Mario Góngora H.
“El optimismo es la fe que conduce al logro; nada puede realizarse sin esperanza..” (Helen Keller)
Sin fe, esperanza y entusiasmo, el hombre se convierte en un robot. En una máquina estática, sin gasolina.
El hombre entusiasta, lleno de fe y esperanza en lograr su cometido, de pronto se convierte en una persona inspirada, en el que persigue su ideal con la confianza del éxito final, logrando hacer mucho más que el aquel que como fierro viejo, no se llega a mover sino cuando alguien lo empuja.
Todo gran logro en los anales de la historia se ha debido a esta combinación. Nada que valga la pena se ha logrado sin ellos. Por naturaleza, el hombre está diseñado para tener entusiasmo y no ser alguien que simplemente existe. La esperanza es ese pensamiento o intuición de que algo bueno y positivo va a suceder. Es ese estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible, aquello que esperamos. Significa confianza y expectativa de seguridad. La fe es la convicción absoluta de que a pesar de cualquier cosa, ese algo va a suceder. El entusiasmo es lo que lo hace real, el que asegura que sucederá en base a nuestras acciones. Muy pocas cosas suceden sin mover un solo dedo.
Todo aquel que quiera transformar su vida, simplemente tenga fe, esperanza y actúe con entusiasmo. Lo único necesario es tener ese algo y ese alguien en quien tener o depositar los ingredientes de esta fórmula infalible. Sin una meta, sin un objetivo, dichos elementos no tienen vida.
Los tres ingredientes contribuyen ampliamente a nuestra felicidad. Si somos felices hoy, existen grandes posibilidades de que sigamos siéndolo mañana, la semana entrante, el mes que sigue y hasta completar el año. Para qué destruir esa felicidad con la idea de una miseria que tal vez nunca llegará, con pensamientos de poca valía, de cosas negativas que lo más seguro es que nunca sucederán?
“Cuando la esperanza muere la vida termina, y esta esperanza se encuentra estrechamente vinculada a la fe, que no es otra cosa que la convicción en algo que aún no se ha probado; y cuando es racional, se refiere al conocimiento real de algo que aún no sucedió. La fe y la esperanza no deben tomarse como la predicción del futuro sino como la visión presente de un estado en gestación”. Por esto, no debemos esperar cambios de fortuna, que bien pueden jamás llegar. Debemos empezar donde estamos, con acciones concretas.
Todos los seres humanos necesitamos de la fe, la esperanza y el entusiasmo para vivir. Pero estos elementos también son necesarios para las naciones. Corremos el riesgo de desaparecer por falta de entusiasmo. Debemos empezar por creer en nosotros mismos, pues desafortunadamente es algo que no podemos hacer con nuestros gobernantes y políticos.