Por Mario Góngora H.
Creo que todos hemos notado que existen algunas personas que llevan la riqueza consigo mismas, pero esa riqueza que no necesita de mansiones, ni cuentas en los bancos. Aquellas personas que no necesitan hacer nada para ser aceptadas en la sociedad. Son estimadas por todos, así como bienvenidas en todo lugar porque poseen eso que el dinero no puede comprar: una disposición alegre, optimista; y que no escatiman sacrificio para ayudar a los demás.
Sabemos ahora que sonreir aligera los problemas, enriquece nuestro corazón e ilumina nuestro camino por la vida. Bien se dice que todo lo que se da, se regresa. La vida es como un espejo. Si nos sonreímos, nos devuelve una sonrisa. Si la vemos con pesar, la carga se instala automáticamente sobre nuestras espaldas.
La persona alegre contagia a los demás y pronto descubre que su sonrisa vale millones y nada le cuesta darla. Esta persona normalmente planta la semilla de la bondad día tras día generando el buen humor, la amistad y la buena voluntad. El buen humor, el estar alegres literalmente ilumina nuestras vidas. El cultivar sentimientos tiernos, alegres y llenos de felicidad pronto nos devuelven su calor.
Quizá debe vivir uno “muchos” años para darse cuenta que es la paz, la tranquilidad, la salud y la sabiduría lo que realmente buscamos en la vida. Y es el buen humor lo que verdaderamente le da interés a la vida. De aquí se pueden derivar la tolerancia y también la paciencia. La armonía en nuestra vida se sincroniza con la armonía universal, permitiéndole a nuestro espíritu la modestia y a nuestro corazón, el estar abierto a los demás.
Si actuamos con alegría, aunque no estemos alegres en el momento, pronto entramos en ese estado de ánimo. Pesares, contrariedades, problemas, todos los tenemos, pero todo depende de la forma en que decidimos pensar sobre cada uno de ellos. Entre más nos concentramos en cada pesar, más se afianza. Entre más pensemos en lo que queremos olvidar, más lo recordamos.
Aquel que sabe reír de un chiste aunque sea a su costa, puede estar seguro que su existencia es mucho más agradable que el que se pasa la vida pensando que todo el mundo está en su contra y que todos conspiran contra su felicidad. Los sentimientos de envidia, celos, venganza, odio, vanidad, codicia y egoísmo solo empobrecen nuestra salud y nos envejecen con rapidez. Evitemos a toda costa que los sentimientos dañinos se instalen en nuestras almas. Muchos de nuestros tormentos, al fin y al cabo, solo son imaginarios y equivocados.
No es el clima, ni el tiempo, ni el estado atmosférico lo que realmente hace brillar el sol de la vida, sino la alegría, la sonrisa de la humanidad. Y si bien, existe actualmente oscuridad en el mundo, cada uno de nosotros lo puede iluminar con su alegría, con su sonrisa, con su preocupación por los demás. “Si tratamos de vivir como almas ya no buscaremos la satisfacción propia, sino que sentiremos alegría cuando los que nos rodean estén bien y en esos momentos en que las almas de los otros puedan expresarse mejor, sentiremos que estamos conectados con todo lo que nos rodea, sean personas, animales o cosas, y que tenemos la responsabilidad de hacer que ellos se sientan bien, según nuestro alcance”.