Por Mario Góngora H.
Los mejores tiempos que hemos tenido son aquellos que hemos pensado que son los peores. Esos tiempos son los que nos han hecho lo que somos, nos han provisto de experiencias de lo que debemos hacer y de lo que nos debemos abstener. Nuestro carácter actual es en realidad, una huella visible que dejaron en nosotros nuestras experiencias pasadas.
Nuestra forma de ser y de actuar no es algo fijo o estacionario. Vamos cambiando día a día, y hasta de en hora en hora, de acuerdo con las grandes leyes de la transformación y el cambio, y según de la importancia que cada quien le de su propia educación ya sus propias experiencias.
Todos nos transformamos. Nuestros cuerpos sufren o gozan día a día de continuas alteraciones como consecuencia de un proceso continuo de decadencia y luego de regeneración. Cada día amanecemos transformados por el sueño de la noche anterior. Y así, los años cambian nuestros ideales a medida que la vida se va presentando más vasta y llena de posibilidades, y nos permite formar un carácter más fuerte y más equilibrado que el que teníamos en nuestra juventud o niñez.
Para que nuestra transformación positiva se de positivamente, es un requisito tener la mente abierta a la verdad cuando la tengamos frente a nosotros. Esto nos hace crecer y nos capacita para rechazar precedentes y para pensar libremente, para obrar conforme nuestra propia iniciativa. Es la que nos prepara para guiar, no para seguir, y para infundir nuestras ideas en los demás, en vez de ser marcados con la personalidad de ellos.
El conocimiento tiene que ser utilizado para que nos pueda dar la estatura mental necesaria para nuestro avance continuo. Ser receptivos a la verdad (sin fanatismos), es lo esencial para el progreso. Y luego otros ingredientes necesarios son los de tener una ambición medida no codiciosa; energía, determinación, optimismo y gusto por el trabajo, así como una meta que controle nuestra dirección en la vida.
Actualmente muchísimas personas que no han sido favorecidas por la fortuna ni de educación ni económica, están destruyendo cuanto obstáculo se les presenta, abriéndose camino rápidamente y creándose sus propias oportunidades.
Nuestra transformación nos debe llevar inevitablemente a ya no esperar que la fortuna nos ayude, o que alguien venga a despejar nuestro camino quitando cuanta dificultad exista para que podamos empezar. Podemos al menos intentar iniciar nuestros proyectos con las herramientas que tengamos a la mano para así desafiar “la mala suerte”, la que continuamente culpamos por nuestros problemas.
El hombre en la sociedad, al igual que lo que proponen algunos partidos políticos, efectivamente está divida en dos grupos, los que proponen que siempre se “haga algo por ellos”, que desafortunadamente son la mayoría en nuestro país, y los que están siempre deseando hacer algo por los demás. Estos son los que progresan y hace progresar al mundo, los que han gozado de una transformación de espíritu y de vida.