NUESTROS DERECHOS

Por
Mario Góngora H.

Cuando uno escucha a algunas personas hablar sobre derechos, pensamos que todo mundo haría algo si alguien intentara restringírselos, pero luego a la hora que son restringidos, muchos aceptan “su destino” y se convierten en dóciles ciudadanos incapaces de levantar la voz, mucho menos la mano a pesar de estar viviendo, viendo y sintiendo la realidad.

La verdad, nadie tiene derechos cuando no los mantiene en vigor. El conformismo y la aceptación destruyen el criterio individual y acaban también con el valor de las personas. Y así encontramos que el que no tiene ni la voluntad ni el valor para corregirse a sí mismo e intentar corregir situaciones en que los derechos ciudadanos son violados y abusados, normalmente es el que solicita más acciones y leyes para corregir a los demás.

En nuestro país, mucha riqueza ha sido eliminada por las leyes y sobre todo, porque al no exigirle a los gobernantes que cumplan con sus responsabilidades los dejamos robar lo que se les antoje. Por eso tuvimos hasta diez pre candidatos a gobernador por un solo partido político, todos hambrientos, no de servir a la ciudadanía, sino por esa oportunidad que se da una sola vez en la vida de hacerse millonarios en muy poco tiempo. No se necesita saber cómo gobernar, ni la intención de servir, solo la de manejar o administrar cuantiosas sumas de dinero y conservar para sí, buena parte de dichas cantidades.

Podemos afirmar, a pesar de lo anterior, que nuestro estado no ha sido destruido económicamente por nuestros gobernantes, sino que les hemos comprado los ciudadanos un boleto para que logren sus objetivos, ya sea habiendo votado por ellos, o por no organizarnos para reclamos serios. Desafortunadamente los ciudadanos con criterio y un buen sentido lógico, carecen de valor por el temor a represalias o “perder” algo. Al ciudadano común no le gusta involucrarse, mucho menos comprometerse. Y dicho compromiso se inicia con uno mismo.

Hace más de dos mil años Platón dijo que después de la aristocracia viene la democracia y después de ésta, la dictadura; que el privilegio trae la revolución, el caos y la regimentación.

Tenemos que ser conscientes que ya en el poder, los políticos y gobernantes, igual abusan del él, la burguesía, así como el proletariado.

Efectivamente, existen países que bajo una dictadura con pocos derechos, logran a veces un progreso material innegable, pero dicho mejoramiento material no vale lo que les cuesta, básicamente porque el individuo pierde todo incentivo de bastarse a sí mismo, así como para alcanzar una verdadera estatura espiritual.

El valor de cada pueblo podemos medirlo por el calibre de sus líderes, que llegaron a donde están, por nuestra desidia, por quedar bien, por pensar que también nos invitarán a quebrar su piñata abastecida de la agridulce corrupción.