Por
Mario Góngora H.
Una cosa es estar joven y otra ser joven, pues la juventud no necesariamente es una época de nuestra vida, sino más bien, el resumen de cómo pensamos. No es cuestión de no tener arrugas ni canas, sino es simplemente un ejercicio aplicado de voluntad, una cualidad de la imaginación. Ser joven es sencillamente el vigor de las emociones que nos permite no únicamente ver las cosas diferentes, sino sentirlas también diferentes.
¿Es factible sentir la frescura de la primavera de la vida después de 40 o más años? La respuesta es un sí definitivo, pues ahora se sabe que el ser humano es el único ser viviente que se puede sobreponer a su propia programación genética. Las energías pueden estar en ebullición y todas las oportunidades que se nos presentan pueden ser aprovechadas con la misma intensidad de una persona de 20 años.
Un nuevo paradigma nos dice que no se es viejo solo por el número de años que tenemos y que solamente podemos serlo si abandonamos nuestros ideales y el entusiasmo por las cosas. Nos convertimos en viejos únicamente cuando dejamos que la timidez triunfe sobre el valor, lo fácil sobre las aventuras del amor. La negatividad, la duda, la falta de confianza en nosotros mismos, el miedo, la desesperación son las cosas que realmente nos convierten en viejos. La inflexibilidad que tenemos para no cambiar nuestros paradigmas está directamente relacionada con nuestra inflexibilidad física. La inflexibilidad mental se convierte en reumas, artritis y dolores por doquier. Si ya nada nos sorprende; si pensamos que ya lo sabemos todo; si no estamos dispuestos a creer lo que antes pensábamos que era imposible e increíble, entonces nos convertimos en viejos. El secreto está en convertirnos nuevamente en niños en un inagotable proceso de alcanzar conocimientos y experiencias. Es cuando todo los que para nosotros era sobrenatural, se convierte en realidad para nuestra sorpresa, nuestra sabiduría y para nuestro gozo
Somos tan jóvenes como nuestra fe, nuestra esperanza y la confianza en nosotros mismos, y tan viejos como nuestra obstinación en no creer que todo es posible, en acrecentar nuestras dudas y en desarrollar nuestra inseguridad ante la vida.
Existe una juventud que está en pugna con la edad cronológica y existe una bondad que se ríe del paso del tiempo. Son los que han vuelto bien por mal, no por siquiera seguir alguna creencia religiosa, sino porque dentro de sí mismos no existe ninguna emoción dañina hacia los demás.
Es viejo quien no quiere adaptarse a las nuevas circunstancias. Se es joven si siempre se está dispuesto a escuchar, en aprender, y con asociar nuevas ideas con la experiencia que ya se posee.
Cambiemos pues nuestra percepción, para sí cambiar las experiencias de nuestros cuerpos y de nuestro mundo. “No somos víctimas del envejecimiento, la enfermedad y la muerte. Estos son partes del escenario, no del espectador, que es inmune a cualquier forma de cambio. Ese espectador es el espíritu, la expresión del ser eterno….cada visión del mundo, crea su propio mundo” (Chopra)