TENER JUICIO

Por
Mario Góngora H.

En la vida, así como al desempeñar algún oficio, lo primero que tenemos que hacer es aprender a usar nuestras armas o herramientas sin causarnos algún daño.

En nuestra sociedad, como hombres pacíficos, necesitamos tener a la mano algún tipo de instrumento de defensa ya sea del mundo político, así como del delincuencial. De alguna forma tenemos que estar más alertas que nunca porque las malas intenciones se han multiplicado exponencialmente.

Siempre que hemos pretendido confiar en la buena suerte, encontramos que es absolutamente elusiva. Llegamos a pensar que son otros los que la tienen, menos nosotros. Un signo de buen juicio e intuición, es prepararnos para cualquier situación y no dejar a la suerte absolutamente nada y estar preparados para cualquier situación antes que ésta se presente. Algo así como cuando reaccionamos automáticamente a frenar un auto cuando alguien se atraviesa. El poner atención a las situaciones de peligro es una necesidad.

Generalmente el que peca de exceso de optimismo piensa que nada ocurrirá sino la materialización de sus expectativas, pero nada hay que inspire tanta mala fe como la perfecta buena fe.

En el mundo es como un gran campo de batalla donde todos luchan por una victoria personal, pero necesitamos tener buen juicio y ser prudentes si anhelamos una posición ventajosa. En realidad, quien más extrema la confianza más pronto cae en el engaño. No hay nada más sagaz en el mundo que una honradez inteligente y con buen juicio.

La zorra se ha ganado la fama de usar mejor su inteligencia que su fuerza, punto en que el hombre es deficiente. La zorra no conoce perjuicios ni fanatismos, solamente se pone a salvo en el momento adecuado al encontrar algo sospechoso. En base a la intuición, el detectar el peligro y la deshonestidad de los políticos mal intencionados, es útil prudencia.

Recordemos que lo que no ha de ser de beneficio para la sociedad, tampoco debe ser riesgo para la misma.

Nuestros partidos políticos ofrecen sin restricciones el poder, el dinero y la felicidad, al punto que destruyen en la población el mérito personal, el trabajo, la economía, la sencillez y la honorabilidad. El político vive del tonto, y el tonto de su trabajo. La honradez de la sociedad en realidad es muy débil.

En su buen juicio, el ser bondadoso es diferente a ser “buena gente”. Este último, es por lo general el que se deja engañar fácilmente, el que se olvida enteramente de sí mismo en beneficio de sus explotadores.

Es probable que nadie nazca egoísta en este mundo, sino que el egoísmo se desarrolle como resultado de los golpes recibidos. A un mayor buen juicio, menos serán los golpes que se reciban.