LA CONFIANZA Y LA RIQUEZA
Por
Mario Góngora H.
Todos sabemos que entre más tenemos, más queremos. Y así, quien tiene mejor asegurado el mañana es quien más se preocupa por su subsistencia y la de sus descendientes. Quien más ropa tiene, es el que más se preocupa por lo que se pondrá mañana.
En realidad no debemos llamar ricos a los que pueden quedar pobres al día siguiente por accidente, por quiebra, por incendio o cualquier otra cosa. Solo es verdaderamente rico el hombre de carácter que es quien lleva consigo sus riquezas y que siempre las tendrá aun cuando pierda todo lo material que haya poseído.
Los pobres de dinero bien pudieran ser millonarios de fe y esperanza.
Dentro de la riqueza de carácter, existe la confianza en nosotros mismos. Si gozamos de salud, si tenemos determinación y hacemos de nuestros conocimientos un factor importante en nuestra vida, no habrá límite en nuestro progreso, donde ni la edad avanzada nos podrá detener.
El verdadero pobre es el que en lugar de poner en acción sus energías, espera que una racha de suerte y fortuna lo ponga a flote.
Dentro de la verdadera riqueza está la capacidad del ser humano de lograr lo que algunos puedan considerar imposible. Si deseamos ser valientes, tener fuerza de voluntad, concentración y optimismo, solo tenemos que actuar como si tuviéramos dichas cualidades. Una mera actuación en el aspecto emocional, convierte en realidad muchas cosas.
En el mundo, la diferencia entre los capaces y los incapaces, es que los capaces, a fuerza de paciencia y tenacidad, cambian sus gustos, sus pasiones y sus emociones a voluntad, mientras que los incapaces se resisten a los impulsos interiores que producen los buenos resultados.
Nada tan importante como ser capaces de acabar en uno mismo con una inclinación negativa y cambiarla por una positiva.
Con la repetición, se puede generar un hábito para gradualmente inducir el deseo de repetirlo, así como rechazando un deseo nocivo, se le puede llegar a eliminar. El creer y practicar esto es la llave de ser grandes.
Con confianza en nosotros mismos y sabiendo que cambiando un pensamiento podemos cambiar nuestro destino, nuestra vida, el mundo y sus circunstancias, descubrimos que la audacia vence casi siempre.
La desconfianza en un mismo es la principal causa de la mayor parte de los fracasos.
