LO ESPIRITUAL
Por Mario Góngora H.
El nacimiento físico no necesariamente significa un nacimiento espiritual inmediato, y al final de cuentas, en realidad somos la expresión visible, audible y sensible del espíritu. Cuando morimos, descubrimos que el cadáver poco tiene que ver con el ser viviente. De la expresión de un cadáver sabemos que no es la persona que murió y sabemos también que la persona sigue viviendo en un plano espiritual diferente al que ocupaba cuando su cuerpo tenía vida. Sabemos también que el reino espiritual no es de este mundo. Es cierto que en parte, dependemos de nuestra programación genética. Todos contamos con rasgos y cualidades particulares, con una personalidad que configura nuestra manera de ser y lo que nos hace diferentes lo hemos heredado de nuestros antecesores con diferentes cualidades, y mucho de lo heredado se manifiesta hasta la madurez.
En niños y también en algunos adultos, cuando tienen su mente vacía podemos decir que su personalidad está en blanco. Las cosas, las experiencias y la interpretación que hagamos de las mismas van entrando en sus mentes y desarrollan su personalidad. Tanto nuestras emociones así como nuestros sentimientos son hasta cierto punto desarrollados, cultivados y pasan a formar parte de nuestro carácter, de nuestra personalidad.
Muchas veces en la ciencia tradicional existe la creencia que solamente de lo “normal” se deriva el mejor resultado o desarrollo. Sin embargo, frecuentemente, de las anormalidades salen las mejores respuestas. Las potencialidades inherentes al individuo son diferentes y cuando algunas artificialidades desaparecen la verdadera naturaleza de la persona se muestra diferente gracias al nivel de su espíritu. Normalmente no podemos hacer valiente al cobarde ni generoso al egoísta.
Para el creyente, la oración , así como la meditación para otros, fortalece sus espíritus. Podemos decir que además de que así como el ejercicio mejora la actividad mental, el relajamiento y la mediación fortalecen el espíritu, como también lo hace una autodisciplina férrea. Un cuerpo sano no necesariamente nos asegura una mente ni un espíritu sano.
La inteligencia se aumenta con el hábito de pensar con lógica. El poder intelectual se mejora por hábito de razonar con precisión. El poder espiritual se logra por la disciplina mental y la observación profunda de las maravillas de la creación y de nosotros mismos. No somos seres que nos desarrollamos espontáneamente, sino que somos producto de una creación totalmente en equilibrio con los cambios evolutivos.
Muchas virtudes naturales son adquiridas por el grado de espiritualidad (no necesariamente religiosa) que desarrollemos. La naturaleza humana se dice que es la misma en todos, pero es difícil estandarizar a los demás, porque dicha naturaleza a veces parece opuesta a la de otros. Cultivar el espíritu es necesario para la unificación del ser humano. La definición de diccionario de espiritualidad nos dice que “es una disposición principalmente moral, psíquica o cultural, que posee quien tiende a investigar y desarrollar las características de su espíritu. Esta decisión implica habitualmente la intención de experimentar estados especiales de bienestar, como la salvación o la liberación. Se relaciona asimismo con la práctica de la virtud”
