DESPERDICIO Y DERROCHE
Por Mario Góngora H.
Es cierto que en el mundo hay abundancia para todos, eso es innegable, pero necesitamos trabajar y ahorrar para hacerlo real. La vida, la naturaleza castiga al desperdiciado. Y pensar en lo que algunos nos prometen que podemos tener un mundo en el que no hay que trabajar porque el gobierno nos lo dará todo ya nadie se lo cree, al menos aquellos con una inteligencia medianamente desarrollada.
Las naciones y sus estados, ricos por naturaleza, y que viven en un estado de quiebra vienen siendo una exhibición vergonzosa de malas administraciones, de la flojera, de las mentiras y básicamente de cobardía y sobre todo, de una codicia desmedida.
Al estado de Chihuahua no se le permitió ahorrar, y debemos considerar que en el mundo no existe fortuna alguna que no haya tenido como base el ahorro. Las naciones al igual que las personas, después de trabajar y ahorrar por algún tiempo, sienten una repulsión natural por el desperdicio, por el derroche y lo extravagante.
Los países faltos de previsión e involucrados en el saqueo por parte de sus gobernantes y de otros oportunistas, quienes viven gran parte de su tiempo en orgías y parte en el hambre, nunca lograrán ser verdaderamente libres. Sin guardar aunque sea un poco de lo que ganamos, jamás podremos prosperar. El tener deudas al por mayor nos convierte en esclavos. Para iniciarnos en el ahorro, precisamente necesitamos evitar el despilfarro y las deudas las cuales son realmente calamidades que agobian el espíritu de cualquier mortal.
Es mejor sufrir un poco por un corto tiempo dejando de adquirir lo que nos gusta y comprando lo que realmente necesitamos, para reducir nuestras deudas. Es preferible remendar un viejo pantalón o vestido que pedir prestado para comprar uno nuevo. Eso de comprar “en fáciles abonos” es tan cierto como acudir a una cirugía sin anestesia. El dinero no es elástico. Siempre existe un poder limitado de cualquier cantidad de dinero, ya sean veinte pesos o un millón.
El ahorro es una ley natural. Las hormigas almacenan lo que ya no les es necesario, las abejas guardan la miel, el perro entierra los huesos que le sobran y el hombre previsor guarda algo para épocas de escasez. Y debemos admitir que uno de los grandes placeres es precisamente gastar nuestro dinero, pero los tiempos difíciles llegan como la muerte, cuando menos los esperamos. Es realmente horrible necesitar recursos económicos ante alguna emergencia o viaje y descubrir que no tenemos lo suficiente. No hay nada como la sensación, en tiempos de adversidad, de enfermedad, de falta de trabajo, que saber que contamos al menos con un pequeño fondo de reserva para hacerle frente a las calamidades. Si esperamos a perforar el pozo hasta tener sed, ya es demasiado tarde.
A veces me pregunto si conseguir una gran fortuna, lo cual requiere pagar un alto precio por ella en términos de salud y de abandono a la familia, realmente vale la pena. Es totalmente aceptable “hacer fortuna” mientras no hagamos compromisos con nuestra conciencia, y mientras no tratemos con injusticia a nuestros semejantes. El ahorro nos lleva al equilibrio espiritual, y a la sobriedad; y el amor a nuestro trabajo nos aparta del desperdicio y el derroche.
