¿NACEMOS ‘HECHOS´?

¿NACEMOS ‘HECHOS´?

Por

Mario Góngora H.

Cuando el rey de Seytas (Aserbaiyán) envió varios embajadores a dialogar con Alejandro el Grande, al llegar con él, todos sorprendidos, se quedaron mirándolo por largo rato, sin poder decir palabra. Ni su estatura, ni su semblante, ni su personalidad  exterior en general, correspondían a su fama y reputación.

A los seres humanos nos sucede lo mismo cuando compramos un cachorro que parecía ser de raza, el cual resulta ser totalmente diferente a lo esperado.

Los mismos seres humanos, ni físicamente somos los mismos de un día para otro. Nuestro cuerpo sufre continuas alteraciones como ese proceso continuo de decadencia y regeneración. Y así, los años cambian nuestros ideales y hasta nuestras creencias en medida que la vida se va presentando más vasta y llena de posibilidades que nos permite tener y formar un carácter más fuerte y más equilibrado que el que teníamos de niños o en nuestra juventud.

“Las apariencias engañan”, decimos. “Tardo y estúpido” fue la forma de calificar a Sócrates el fisonomista Zopiro, quien presumía de conocer el carácter y las costumbres de las personas con solo mirarlos a los ojos, observar su cara y sus movimientos corporales

Podríamos decir que la “personalidad” es la cualidad de ser alguien. Es la que nos “hace”. Y si observamos detenidamente, es dicha personalidad la que mueve al mundo. Es la personalidad la que ha hecho notables a muchos.  Si escuchamos hablar de Gandhi, de Juan Pablo Segundo, de los grandes científicos, músicos o pintores, cada uno se convirtió en una personalidad por su carácter mostrado en sus obras.

Ninguno nacemos ya “hecho”. Quizá pudiéramos afirmar que nuestra personalidad es un don natural, aunque más bien es la creación  del individuo. Somos una expresión visible de nuestro espíritu moldeado por  nuestras creencias, nuestras ambiciones, inquietudes, necesidades de conocimiento y sobre todo, por nuestros pensamientos.

Existen  tantos grados de potencialidad como hay individuos. Las cosas y las experiencias, buenas y malas que van entrando a nuestra mente desarrollan nuestra personalidad. Muchas de nuestras mejores (y peores) potencialidades se manifiestan hasta la madurez…. y algunas hasta la vejez.

Nuestras emociones,  y luego nuestros sentimientos, son hasta cierto punto cultivados por nosotros mismos y forman parte de nuestro carácter. También debemos agregar que un cuerpo sano no necesariamente nos asegura una mente sana.

Todos podemos cambiar las programaciones en nuestra mente y la inteligencia se amolda con el hábito de pensar lógicamente. Podemos hacer de nosotros lo que queramos iniciando este próximo año.