SENCILLEZ

SENCILLEZ

Por

Mario Góngora H.

No es fácil ser sencillos, y creo que a la mayoría nos  gusta estar orgullosos de nuestros logros y tener  un alto concepto de nosotros mismos. Muchas veces nos sobre estimamos por lo que pensamos o creemos que son nuestros  méritos. Es satisfactorio para nuestro ego contar con un afán excesivo de ser admirados y considerados por lo que hacemos o hemos hecho. Es esa necesidad ante los ojos de los demás, de ser reconocidos con o sin méritos.

Aprender a ser sencillos es más importante que saber ser vanidosos. Y para ser presumidos hay muy pocos que necesitan un instructivo para lograrlo. Los defectos  de nuestro carácter tienen su origen en nuestro corazón, más que en nuestro cerebro o en nuestra mente. En general somos suficientemente vanidosos y nuestro  amor propio nos lleva a querer dominar siempre, y nos convierte en aduladores permanentes. Pero cuando nos inflamos, sucede como los globos con gas, únicamente hace ascender a los globos y descender a las personas.

Sé que no es fácil, pero si queremos dar una buena impresión en la gente inteligente, escojamos modales sencillos, sin presumir riqueza, clase social, sabiduría o poder. Es lastimoso a veces escuchar a los que se sienten escogidos por la naturaleza. Piensan que fueron hechos con un barro especial,  milagroso y que comparados con los demás, son una obra extraordinaria de arte. A estos los encontramos principalmente en la clase política y empresarios deshonestos, poco éticos o corruptos. Dentro de estas clases se sienten superiores y dejan atrás  la sabiduría de todos los tiempos. Nunca aceptan que no saben. Y lo que no saben lo inventan, y como la gente estamos acostumbrados a estos signos externos de autoridad, nos dejamos impresionar y aceptamos sus mentiras como dogmas de fe.

En realidad, las personas más agradables son las que más han batallado y saben de la humildad, pues la mayor parte de nosotros tenemos más amor propio y ambición que habilidad. Aunque nos creamos los mejores en lo que hacemos, sea las artes, la ciencia, la política, o los negocios, siempre habrá quien nos supere.

Para ser sencillos es primordial no esperar reconocimiento alguno por lo que hacemos. Simplemente cumplamos con nuestro deber y vivamos en agradecimiento con lo que nos tocó vivir. Quien realmente logra grandes cosas, no debe gastar su tiempo en hablar de ellas.

Ahora bien, tampoco se trata de llevar la sencillez y la modestia a un punto que parezca debilidad o hasta hipocresía. Más bien, dejemos que sean los demás los que viertan sus opiniones y lleguen en todo caso, a hablar bien de cada uno.

En conclusión es importante evitar que nos ciegue la vanidad. Al sencillo se la estima por lo que vale; “la sencillez en el vestir demuestra elegancia y buen gusto; si se explican las cosas con sencillez, todos te entenderán”.

La sencillez también puede aplicarse al espíritu, y “es aquí cuando se la relaciona con el interés por cosas más trascendentales que los simples objetos materiales que abundan en nuestra vida cotidiana y que a veces pueden hacernos perder de vista lo más importante”.