HUYAMOS DE LA IMPOSTURA

HUYAMOS DE LA IMPOSTURA

Por

Mario Góngora Hernández

Con esto de las elecciones  es esencial poder huir de la impostura. Ésta, en religión es superstición, en sabiduría es arrogancia y en política es anarquía. Si nos aferramos en creer algo, procuremos que nuestras creencias coincidan con los hechos, no con opiniones de gente inculta, y desconocedora. No pongamos nuestros pies donde no sintamos tierra firme. Existe gran diferencia entre el simbolismo, la metáfora y el conocimiento directo.

Ciertas enseñanzas, así como ciertas creencias se vuelven peligrosas cuando se imparten y cuando se practican mal.

Algunos gobernantes, como algunos practicantes de algún deporte sin técnica, empeoran cada día con la práctica. Practican tanto sus errores que los vuelven perfectos. No pueden  entender, y lo más grave, es que no quieren hacerlo, que el progreso social no puede ser fruto de la habilidad ni de la sabiduría de un solo hombre, sino de la colaboración inteligente y de la buena fe en todos aquellos en que radica la fuerza social.

El pensar que nadie tiene razón sino ellos, es lo que vuelve locos a los cuerdos y a los desequilibrados, locos de remate. Toda comunidad donde los ciudadanos que sí trabajan y producen no son escuchados al hacer las leyes que ellos mismos han de obedecer, no es una democracia, es una dictadura.

Las dictaduras (como la que viene) son gobiernos de hombres, no de leyes y todo está sujeto a las emociones, a la salud y al sistema nervioso de los dictadores, quienes controlan todas las instituciones, incluyendo los tribunales, por medio del miedo y del odio, y con otras perversiones colectivas, crean una civilización tan abyecta, que la gente se convierte en esclavos voluntarios o es ahogada en sangre.

Tener una democracia  es tener intereses diversos en algunas cosas, e intereses comunes en otras, todas sujetas al bienestar general, y unidos solamente en caso de peligro común. Los llamados países socialistas o comunistas no son sino teorías que convierten a los habitantes de sus países en esclavos.

Todos los poderes en manos de un solo hombre, entrañan grave peligro.

Todo despotismo es hijo de una democracia que se cansó, de una comunidad que ya no quiso luchar contra la intolerancia y el abuso; cosas que ya de hecho, empezamos a vivir.

La soberbia de los que vienen y que presumen que ganan autoridad  con lo que cargan de altivez, nos dice  que ya no estamos hablando de otro partido como tal, sino de un peligroso  culto donde los cerebros son efectivamente lavados.