LA DIRECCIÓN DE LA NACIÓN
Por
Mario Góngora H.
“En la dirección del país es tan peligroso el individuo bien intencionado y que no sabe, como el que sabe pero es mal intencionado”.
La dirección del país tiene, en cada puesto y secretaría, que ser conquistada por la habilidad y por el carácter de cada personaje, que se demuestra únicamente por la competencia individual. Administrar y dirigir una nación significa poder resolver problemas a diario y contar con la habilidad de lidiar con una serie interminable de crisis.
Ninguna nación puede llegar al límite de su capacidad productiva si las ideas y energías de sus ciudadanos están subordinadas al capricho de un sujeto capaz de imponer en importantes puestos lo más corrupto que hemos conocido recientemente, al tiempo de seguir repitiendo una y otra vez que acabará con la corrupción. Se repite tanto, que algunos le siguen creyendo. El próximo senador de gustos muy refinados y caros pero muy socialista, pronto aprenderá que si el neoliberalismo no tiene un record perfecto, el del socialismo bolivariano que promueve, es peor todavía.
En todos lados, las estadísticas han probado la utilidad y ventajas del capital en manos del individuo más que en manos del Estado. En la futura administración nacional, sería muy fácil encontrar algún funcionario que se pudiera poner al frente de algún gran negocio industrial y que no lo llevara a la quiebra.
En la dirección del país es tan peligroso el individuo bien intencionado y que no sabe, como el que sabe pero es mal intencionado. El futuro gobierno contará con ambos casos.
Los ciudadanos del país, “el pueblo” seremos “muy sabios” según la retórica, pero no hacemos muy bien lo que nos toca hacer por el país. Con frecuencia destruimos en vez de edificar. Pero todos sabemos que “al pueblo” que tiene ahora la encomienda de tomar decisiones sobre temas que no conoce, no se le puede dar carácter y dirigir por medio de semáforos, por simple orden del dirigente populista.
El optimismo inyectado “al pueblo sabio” no es remedio para ninguna situación económica.
Nunca mucho costó poco. Si el precio de las cosas no subiera por su escasez no tendríamos casi nada. El funcionario que en realidad valga la pena solo tendrá éxito si únicamente trabaja por dinero, pero tampoco puede esperar alcanzar su máximo desempeño si no recibe suficiente pago por su esfuerzo y quizá hasta se corrompa.