LA DIGNIDAD

LA DIGNIDAD

Por

Mario Góngora H.

Nadie puede considerarse una persona realmente completa si no tiene dignidad, y nadie respeta al que no se respeta a sí mismo.

El tener la capacidad de estar contento con uno mismo es asunto de amor propio. Depende de cada uno de nosotros y de los esfuerzos que hagamos frente a la vida, la cual solo nos ofrece oportunidades y nada más. La cuestión es aprovecharlas.

Quizá el batallar y tener dificultades nos da la oportunidad de ser más modestos, tener decoro y más criterio. Algunos funcionamos con un poco de estímulo y reconocimiento, pero otros necesitamos una sacudida o un estrujón de vez en cuando. La adversidad casi siempre es un gran tesoro, pues fortalece la dignidad, el respeto propio

Entre menos esperemos ayuda de los demás, lo más tranquilos que estaremos,

y temeremos menos al fracaso. Aceptaremos fallar, como algo natural en nuestro proceso

de desarrollo en la vida. El impulso espiritual que obtenemos gracias a las adversidades, es de incalculable valor. La ayuda solicitada por interés: al gobierno, a los patrones y a la  sociedad, solo nos hace pobres de espíritu.

La mejor forma de medirnos es el grado de felicidad personal que tenemos ante lo poco o mucho que avancemos. Las mejores personas en una sociedad no son los que siempre piden, sino los que hacen más por sus semejantes, los que dan el mejor ejemplo, los que se cultivan en inteligencia y en espíritu; los que hacen de su palabra algo digno de confianza, los que tienen respeto propio, decoro o dignidad.

Si hablamos de dignidad política-social, nadie debe obtener “de acuerdo a sus necesidades” y solo dar de “acuerdo a su capacidad”. El mundo vivido con dignidad no funciona así. No es posible salvar al mundo sin primero salvarse a uno mismo. Quieren volver niños dependientes a los hombres bajo un padre llamado “Comunismo”, haciendo un mundo indigno a su antojo, para satisfacer solo sus caprichos; donde los privilegios que reciben unos, les pertenece a otros. Cuando un hombre (o mujer para el caso) se declara por el marxismo, es por su escasa edad, o porque es un fracasado, un envidioso, un ignorante o un desequilibrado, pues esa forma social es defectuosa por todos sus lados. No es digno quien le roba al que trabaja para darlo al que ha decidido no trabajar.

Una persona digna cree en la ley de la compensación, en que nada se obtiene gratis y no espera privilegios para tener éxito. Y en la actualidad, no falta quien nos arrebate lo que con nuestro esfuerzo es nuestro. Quien se sienta que ha triunfado porque tiene mucho dinero sin una lucha por la vida, es un fracasado, por más que lo niegue.

Una de nuestras tareas en esta vida es demostrarle al mundo que nos respetamos a nosotros mismos, que tenemos confianza en nuestros esfuerzos y que a pesar de todas nuestras caídas y tropiezos, seguimos avanzando hacia el triunfo llenos de dignidad.