¿HASTA DÓNDE LA MODESTIA?

¿HASTA DÓNDE LA MODESTIA?

Por Mario Góngora Hernández

Estos son tiempos en que muchos se creen expertos en  todo; hablan y escriben como si supieran, leen un libro y de pronto dan conferencias sobre el tema, dan clases, diplomados y asesorías sobre lo que en realidad desconocen. Como dicen algunos, “le ponen demasiada crema a sus tacos”.

Después de reconocer por tantos años lo bueno de tener la virtud de la modestia, la realidad está  mostrando otros caminos, sin que signifique abandonar con ego o un alto significado de la autoconfianza o vanidad, la forma modesta de comportarnos.

En estos tiempos en que ya pasó de moda que el hombre común y corriente podía alcanzar el éxito por métodos modestos y sencillos, nos encontramos que si ponemos a prueba dicha virtud, todo lo que se ha dicho a favor de la misma falla, si la ponemos a prueba en la vida diaria, aunque puede suceder que alguien modesto pero inmensamente  activo, alcance algún éxito, pero es más bien una excepción.

Para darse a conocer hoy en día, el permanecer modesto y por lo tanto oculto, es seguir quizá un camino equivocado. Y todavía peor, el hombre modesto y oculto que además es tímido, está propenso a morir de hambre. Pero decir que se es experto en algo y no serlo, es un fraude.

La audacia que tanto puede molestar a muchos, vence por mucho en la mayoría de los casos. Para darse a conocer hoy en día es necesario avanzar al son de los que están dispuestos a tomar toda clase de riesgos. Presentarse ante alguien rogando ser escuchado, leído o contratado es propio de espíritus opacados. La modestia pues, es una hermosa virtud que nos satisface internamente, pero la experiencia nos demuestra que si nos sentamos a esperar nuestro turno, éste nunca llega. La clave es darnos a conocer sin rastros de vanidad  ni de complejos de superioridad. Simplemente tenemos que mostrar lo que realmente somos, sin engaños ni mentiras.

Los avances y a veces hasta algunos milagros de la civilización, han sido realizados por personas que tenían fe ciega en que llevarían a buen términos sus proyectos y empresas. Y sin estas personas que fueron llamados en sus tiempos ilusos, soñadores o hasta locos, el mundo estaría atrasado muchos siglos. En algunos casos, no en todos, lo que los hizo grandes fueron sus cualidades, no tanto sus conocimientos.

El hombre que se sabe bastar a sí mismo y ayudar a los demás, y lo da a conocer, encontrará todas las puertas abiertas. Y las riquezas de la personalidad se van acumulando y después de ganadas, deben ser conservadas.

La desconfianza en nosotros mismos es la principal causa de los fracasos. Y dejando la modestia a un lado, encontramos que tenemos la suficiente fuerza. Los débiles son aquellos a los que les falta confianza en sí mimos, en su fuerza y en su futuro.

El que otros piensen muy poco de uno, no tiene tanta importancia en realidad. Es la falta de confianza de uno mismo derivada de una excesiva modestia, lo que trae el fracaso. No debemos sentirnos más de lo que somos, pero peor sería sentirnos menos de lo que en realidad significamos y valemos.

El éxito nos está reservado a todos. Y tenemos hasta millones de opciones o futuros frente a nosotros. Solo se trata de escoger uno que, sin valorarnos muy bajo, podemos seleccionar y así vivir la vida como nos es merecida.