LAS DIFERENCIAS

LAS DIFERENCIAS

Por Mario Góngora H.

“Nunca es más fuerte el alma que cuando está sola, y solo los cobardes forman rebaño”

El secreto es sencillo. A diferencia del socialismo cubano, nicaragüense,  bolivariano,y próximamente mexicano, es que allá en Europa, no tienen promesas de vivir gratis, sino que trabajan duro, no tienen semanas de pocas horas, ni fiestas cada tercer día y no piden lo que no ganan. En Suiza, por ejemplo, hay un solo día de fiesta nacional y ese día lo trabajan La fiesta es por la noche. No andan culpando al “imperio” ni a los “ricos” de su condición si ésta es mala.

El engrandecimiento nacional solo es posible cuando los hombres libres unen voluntariamente sus esfuerzos y su entusiasmo para hacer de las industrias, empresas prósperas. En Suiza, el gobierno apoya la industria, pero no la invade, ni las expropia como ha sugerido hacer en nuestro país un nefasto seudo historiador asesor del que se piensa redentor. El próximo gobierno no ha entendido que la salvación del país no está en perdonar a los delincuentes, ni en dar albergue a malandros de otros partidos que se refugiaron con la promesa de ser exonerados. Esta salvación se encuentra en el esfuerzo individual bien dirigido.

La realidad es que lo que está a prueba no es uno u otro sistema económico, sino el carácter de la gente. Recordemos que nuestras acciones forman nuestros hábitos los que a su vez forman nuestro destino. Somos ricos o pobres según lo que somos y hacemos,  no según lo que nos prometen, o tenemos o nos “reparten”.

En el estilo de socialismo latinoamericano la pobreza siempre es culpa de alguien más, nunca de uno, pero para esto está el gobierno, para salvarnos y repartir lo que haya. Se es pobre cuando preferimos descansar a trabajar; si somos opacados, envidiosos, débiles y desesperanzados.

El carácter del hombre libre significa la naturaleza de nuestros motivos, la calidad de nuestros propósitos.

Los  hombres libres, cuando corrompidos con discursos y una retórica populista, (promesas incumplibles y antagonismo ahora llamada polarización entre grupos de la misma sociedad) se convierten en los peores esclavos, dispuestos a aprobar y apoyar todo lo que su “líder” les presente, haga o diga.

Con los ciudadanos nunca hay que usar  paternalismos que lo debiliten, porque el verdadero ciudadano, para serlo, debe tener lo que deseé por su propio esfuerzo, moverse con su propia energía y voluntad, no la de otros.

En el socialismo latinoamericano, la prédica de igualdad económica ha sido el programa de los incompetentes. En el europeo, el industrioso y trabajador sigue teniendo su riqueza y el flojo o perezoso, su queja.