HÁBITOS DEL PENSAMIENTO

Por Mario Góngora H.
Es usual que el hábito de pensar se base en la confianza o en el miedo. El resultado para cada uno de nosotros será bueno o malo según decidimos pensar, según nuestra actitud.

También es común que podamos hacer varias cosas al mismo tiempo, pero en realidad, solo podemos pensar fijamente en solo una cosa a la vez. Si ocupamos nuestra imaginación en cosas negativas o pesimistas, es obvio que no podemos pensar en nada optimista. Uno de los dos pensamientos es que domina. Es por eso que para nuestro bienestar, necesitamos pensar con esfuerzo en lo bueno para librarnos de lo malo en nuestra imaginación.

El cerebro en sí no genera los pensamientos, pero dirige y analiza impresiones, emociones y además coordina ideas. Es como un acumulador, una batería. Del cerebro solo sale lo que ha entrado a él. Por lo tanto no salen buenos pensamientos de un cerebro que solo se alimenta de pensamientos negativos.

Si aceptamos pensar absoluta y plenamente en nuestra capacidad, seremos prácticamente invencibles, mientras que el que se deja conquistar y vencer por el miedo, es débil y miserable. Nuestra admiración debe ir para aquellos que hacen frente a lo que viene, sea lo que sea, con aires de triunfo y el corazón tranquilo. Los que luchan diariamente sin miedo, y que a pesar de ver pocas esperanzas, no pierden la confianza en sí mismos.

Nuestra admiración también para aquellos que no se quejan ante los cambios de fortuna, los que prefieren tener hambre a vivir sin honor. Recordemos que solo es grande el que conquista el destino por medio de una vida de constancia, perseverancia y trabajo.

Este mundo no es sino la base material que nos pone a prueba para resistir las circunstancias que vivimos a diario. Para el pensador profundo, no existe el peligro de la vanidad, pues conjuga sus cualidades mentales y las inclinaciones morales. La fisonomía de nuestra alma sale a flote.

Aunque todos los días vemos a políticos y gobernantes que nos presentan las “grandezas” de sus malogradas obras, pero que no son sino apariencias, eso no quiere decir que no existan hombres verdaderamente grandes. A veces tenemos que esperar años para encontrar solo uno, pero siempre existe la seguridad de que lo encontraremos.

En el mundo actual, encontramos que todos tenemos limitaciones materiales y espirituales, y que podemos llegar a la altura deseada si ponemos en juego nuestra voluntad, nuestro entusiasmo y nuestro trabajo. Lo que verdaderamente tenemos que buscar y encontrar es descubrir cómo utilizar los dones de los que fuimos provistos por el Creador.

Algo que nunca debemos olvidar y que tenemos que reconocer es que nuestra fuerza nace de nuestra debilidad. Es ese esfuerzo que se desarrolla a costa de las dificultades y de las derrotas. Los hombres en este planeta, debemos reconocer que no hay defecto en el hombre que no le llegue a ser útil de alguna forma o alguna manera. Todo depende de nuestros hábitos de pensamiento.