LA NECESIDAD DE CAMBIAR

 

Por Mario Góngora H.
Obviamente existen muchas personas que no quieren cambiar. Hace unos años conversé con un joven que esperaba salir del Cereso para ser todavía peor de lo que había sido. Su único propósito en la vida era, como él dijo: “tener mucha lana”.

Por otro lado, muchos sí quisiéramos poder lograr al menos, algunos cambios en nosotros mismos, pues nuestra auto aceptación no incluye las cosas negativas. “Me amo y me apruebo a mi mismo”, no siempre debe decirse a la ligera.

Dentro de las cosas que no únicamente debemos, sino podemos cambiar, están por ejemplo, la de nuestra miseria por la riqueza; nuestros pesares por nuestras alegrías; nuestra debilidad por fuerza; nuestro miedo por valor; nuestra desesperación por esperanza; nuestro odio por amor; nuestra enemistad por amistad; nuestro egoísmo por caridad; nuestra envidia por gusto por el bien ajeno.

Algunos gobiernos, dirigidos por personas no siempre aptas para gobernarnos, utilizan el paternalismo y el populismo para ganarse, según ellos, más adeptos. La forma de gobernarnos también debe cambiar. Dicho paternalismo es aceptable si lo consideramos como el arte de enseñar a la gente a bastarse a sí misma, no como un instrumento para halagar a unos a costa de otros. El populismo retórico con mentiroso interés por una clase, causan el mismo daño que a aquellos hijos demasiado mimados y sobreprotegidos. Ellos son los perjudicados al final de cuentas.

En vieja y antigua izquierda (esa de “la lucha de clases”) han descubierto que la mejor forma de desacreditar sus movimientos sociales ha sido la de llevarlos a extremos torpes e inalcanzables. La izquierda que practican algunos políticos y algunos de sus seguidores tiene tanto de socialismo como de chile habanero el plátano. Es su insinceridad y su falta de testimonio lo que nos trae a todos decepción. ¿Derechos sin obligaciones y responsabilidades? no puede ser.

Pero no son los únicos. Muchos en el partido oficial se encuentran fascinados porque piensan que han regresado y reencontrado los medios más fáciles de ganarse la vida que haciéndolo honradamente. Estos han perdido su camino y difícilmente podrán salir del laberinto en el que se han metido.

Una sociedad es como un rebaño. El pastor puede llevarlo al cielo o al infierno.

Si no realizamos algún esfuerzo para cambiar, si todo lo aceptamos, cuando como nuestros gobernantes piensan y deciden por nosotros, casi siempre en nuestro perjuicio, encontramos que vamos descendiendo en lugar de subir. Han olvidado que todo lo que asciende, tiene que ser impulsado.

Si no cambiamos, millones de hijos pródigos mexicanos seguirán en un mundo sin ideales, buscando la felicidad donde nadie la ha encontrado. Lo que nuestro país demanda es una justicia sin venganzas ni favoritismos. Sin populismo ni paternalismo.