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Por Mario Góngora H.
Una de las riquezas más grandes que tenemos los seres humanos en relación a nuestra personalidad es la confianza en nosotros mismos. Y esta es una riqueza acumulativa, la cual debemos ganar y conservar.
Si bien, la modestia y el abandono del ego son ambas riquezas indispensables, la auto confianza también es necesaria. La ausencia de confianza es quizá la causa de la mayor parte de los fracasos. En la seguridad de la fuerza está la fuerza, y los más débiles son aquellos que no confían en ellos mismos ni en su potencial ni en su fuerza.
La modestia y la humildad no están reñidas con nuestro progreso, pero es importante reconocer que la mayor barrera para el progreso individual es la falta de confianza en uno mismo. Esto es lo que nos lleva al fracaso.
Aún así es un grave error sentirnos mejores de lo que somos, pero es todavía peor, rebajar nuestro valor. Todo lo que anhelamos puede ser nuestro si en realidad lo deseamos, lo mismo que ha sido para aquellos que han tenido confianza en ellos mismos.
Los resultados de nuestros anhelos rara vez llegan solos. La riqueza ya sea material o espiritual no llegan automáticamente. Para conquistar ambas, primero, debemos escoger cuál es la prioritaria. Para obtener cualquiera de ellas hay que luchar hasta obtener los resultados que sean de nuestro agrado, que llenen nuestros objetivos.
Si bien nuestra conciencia nos puede mostrar el valor de nuestros logros o acciones, el mundo es el que se encarga de hacernos el avalúo de nuestro desempeño. Si hemos pensado demás de nosotros mismos, se nos hace la deducción correspondiente, pero si nos hemos evaluado muy bajo, nadie se tomará la molestia de avisárnoslo.
Ahora se sabe a ciencia cierta que el hombre es lo que piensa, de modo que pude cambiarse a sí mismo cambiando su vida y también sus circunstancias con el solo hecho de cambiar la forma como piensa. No existe nada tan importante en relación a nuestro cambio como ser capaces de destruir en nosotros mismos una inclinación, una forma de ser, una adicción y luego, crear otra nueva, una que sea positiva. El hombre puede hacer ahora consigo mismo y con su vida, mucho más de lo que hizo en el pasado. Puede contar con más habilidades, tecnología y opciones que las que sus antepasados pudieron siquiera imaginar.
Efectivamente la confianza en uno mismo es una gran riqueza, pero tenemos que considerar que no somos seres independientes. Queremos actuar a nuestra manera para así, aliviar el sentido de carencia y no nos preocupamos por lo que le ocurra a los demás. No obstante, la realidad es que nuestras vidas están entretejidas, por lo que nuestro interés y preocupación por los demás se convierte también en un don y en una obligación. Podríamos afirmar con certeza que el creer y practicar esto, es la llave de la grandeza.