Por
Mario Góngora H.
La tragedia no existe donde no hay debilidad. Si nos acercamos a nuestros temores dándoles la cara, pronto los vemos partir.
Desear la muerte cuando nos sentimos derrotados no es un acto de valor. Lo que sí lo es, es pelear hasta el final aún sintiéndonos derrotados, deseando seguir viviendo para poder seguir luchando. Hacerle frente sin vacilar a cualquier situación, es ser un hombre.
El mejor momento para mostrarse valiente es cuando faltan los valientes. Cada obstáculo y cada peligro no son otra cosa que un paso hacia algo mejor.
Todos hemos sido desafiados por los tiempos, pero no todos hemos sido derrotados. Si nos hemos preparado para luchar contra todo tipo de situación, debemos tener igual progreso en los tiempos malos así como en los buenos. Las buenas ideas, aunadas a la perseverancia convierten los malos tiempos en buenos.
Para evitar la debilidad que inevitablemente nos lleva a la tragedia, debemos evitar ser corrompidos por las riquezas, por los honores y sobre todo por la adulación. Dejar el ego a un lado es una de las mejores garantías de evitar ser débiles. En la prosperidad es prudente ejercitar la temperancia. En los tiempos difíciles, la fortaleza.
Parece ser que el universo es sabio. Cuando uno nunca sufre un revés, o nunca ha tenido tiempos difíciles, generalmente significa que la fortuna no nos juzga suficientemente hombres para confiarnos algún acto de valor.
Sufrir problemas personales en silencio y alegrarse por las dichas ajenas no nos hace héroes ante los demás, pero fortalece nuestra conciencia en una forma inimaginable. De hecho, hay nobleza en el sufrimiento que se mantiene callado, pues el fracaso es una herida que difícilmente cierra y que no nos deja descanso alguno. Aquél que se conserva sereno ante las dificultades, en presencia del desastre, es más grande que el que conquista una nación. Aprender a tomar lo suave y lo áspero con el mismo espíritu, es haber dado un paso más allá en la evolución humana y espiritual.
“Nuestros temores son imágenes grotescas de lo que ‘puede venir’; pesadillas que sufrimos despiertos; parálisis espirituales que nos hace buscar lo seguro e insípido en vez de las aventuras gloriosas”. Nuestros enemigos, interiores y exteriores, nada pueden contra nosotros a menos que nosotros les ayudemos, que les pongamos los medios.
A veces pensamos que el miedo es producto de la debilidad, pero tanto miedo siente el héroe como el que no lo es. Emprender una acción o un acto peligroso y meritorio a pesar del miedo, eso es valor, eso es heroísmo.
Sí, se puede tener miedo sin ser cobarde. Cobarde es el que se rinde ante el miedo. El valor nos rescata de la debilidad. Es la resistencia al miedo, el dominio del miedo, no la ausencia de él.