LA DESCONFIANZA EN UNO MISMO

LA DESCONFIANZA EN UNO MISMO

Por

Mario Góngora H.

“En la seguridad de la fuerza está la fuerza”

La desconfianza en uno mismo es la causa de la mayor parte de los fracasos. Los más débiles son aquellos que no tienen confianza en sí mismos ni en su capacidad y su fuerza.

La principal barrera para el progreso personal es esta falta de confianza. El que otros piensen poco de uno no importa; es la falta de confianza en uno lo que trae el fracaso, y es un grave error soñarnos o creernos lo que somos (exceso de ego), pero lo es aún peor rebajar lo que en realidad  valemos.

Lo mejor del mundo puede ser nuestro, así como ha sido de otros que han tenido confianza en sí mismos.

Es un error también creer que el éxito y la fortuna vendrán  a buscarnos trayéndonos esa parte de la riqueza que creemos merecer.  Para conquistar la fortuna es necesario entrar de lleno en la lucha y pelear hasta obtener los resultados que sean parte de nuestro objetivo.

Cada persona independientemente de su edad, está por ganar sus mejores victorias y realizar los actos más admirables. Debemos siempre pensar “como si” ya hubiéramos logrado nuestros objetivos, luchando como desesperados para lograrlos.

Nuestro propio mérito no es por lo general, lo que nosotros pensamos. El mundo se encarga de hacer nuestro avalúo tarde o temprano, y si nos hemos estimado demás, hace la deducción correspondiente. Pero si nos hemos catalogado demasiado bajo, nadie se tomará  la molestia de avisarnos.

La desconfianza en uno mismo nos hace inclusive, envejecer antes de tiempo. Y nadie envejece solo por vivir cierto número de años. Lo que nos hace envejecer, es la pérdida de nuestros ideales, el pensar que ya  no podemos; el creer que hemos llegado al final del camino.

Se trata de templar nuestra voluntad, lo cual es una cualidad de la imaginación, del vigor y la fuerza  de nuestras emociones, así como del manejo de nuestros sentimientos. Es seguir viviendo en la primavera de la vida.

Los años arrugan la piel de algunos, pero la pérdida del entusiasmo y la desconfianza en uno mismo nos arrugan el alma y afectan directamente el espíritu.