COMO NOS VEN NOS JUZGAN

COMO NOS VEN NOS JUZGAN
Por
Mario Góngora H.

Por mucho que el “desarreglo” esté de moda, y lo ha estado por muchos años—recuerdo a los “beatniks” de los años 50 y a los hippies de los 60, la imagen personal sigue siendo un punto importante para evaluar a las demás personas.

Puesto que la mayor parte de la gente nos juzga por la apariencia, son pocos los que nos juzgan por nuestras acciones. La mayoría nos estima en base a lo que vestimos y en nuestra pulcritud. Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen ser.

Podemos traer una vestimenta raída, anticuada o de poca calidad, pero lo imperdonable es que vayamos sucios y desarreglados. Se dice que existe una estrecha relación entre la limpieza personal y la limpieza del carácter y del alma. Es común que la degradación de nuestro carácter y autoestima se inicien con el abandono corporal, lo que comúnmente puede deberse a un estado depresivo. Y el que piensa que nada vale y que no tiene propósito, además de descuidarse a sí mismo, descuida todo lo demás.

El efecto que tiene en nosotros mismos el “vernos bien” es tan importante como el que tiene en los demás. El simple hecho de andar limpios nos mejora en realidad, en todos los aspectos. Existe una conexión entre nuestras ropas y nuestro propio respeto; la confianza en nosotros mismos se manifiesta en un mayor éxito. Si nuestra apariencia personal es la correcta, nuestras facultades se multiplican.

Los harapos, estando sucios y mal olientes, a nadie benefician y a nadie recomiendan. Estos tienen que estar limpios. Quien se preocupa razonablemente de su apariencia personal, también la tiene en asuntos de mayor importancia. La mera apariencia de prosperidad tiene una gran influencia en obtener más clientela, mejores contactos y más ventas, por ejemplo. Psicológicamente, un factor básico para prosperar es parecer próspero. Muchos han prosperado de esta manera, por la reputación que les confiere una apariencia presentable.

La pulcritud y el bien vestir son un capital porque hay muchísimas personas que los descuidan. Pero aparecer próspero no es cuestión del buen vestir únicamente, sino también de la actitud, del entusiasmo y de tener un buen estado físico.

No bastan las buenas referencias de una persona, hay que verla y escucharla. Casi todo depende de la buena o mala impresión que hace. El que se preocupa por su apariencia, sabe respetarse a sí mismo.

Ahora bien, el arte del buen vestir es hacerlo sin exageraciones, de modo que lo único notorio y positivo sea la persona, que no parezca que vamos a una fiesta de disfraces.

El fin que persigue el arte del buen vestir, es la limpieza, la elegancia, la sencillez y sobre todo la naturalidad.

Una buena presentación significa amarnos a nosotros mismos.