LAS CREENCIAS DEL PUEBLO Y EL GOBIERNO

LAS CREENCIAS DEL PUEBLO Y EL GOBIERNO

Por

Mario Góngora H.

No existen creencias, por absurdas que parezcan, que no tengan decididos defensores, y así, entre más absurda la creencia, más fanática la defensa. Aquellas creencias más irracionales, normalmente son las más duraderas. Y si no, solo observemos la secta obradorista.

No cabe duda que las creencias que tenemos de nosotros mismos y del mundo, juegan un importante papel en nuestro destino. Creer en algo es tener fe en aquello. Fe es definida como creencia, opinión, asentimiento, credo, suposición, presunción, certidumbre, doctrina, convicción, ideales, religión, dogma,  aceptación de un engaño o convencimiento.

Normalmente una creencia hace al hombre soberbio y vanidoso, pero esto es solo aire. Si se lo quitamos, nada queda.

La presente creencia de nuestros gobernantes, de que son todo poderosos y que hacen todo lo correcto, podemos afirmarles que ni antes ni ahora ha habido en el mundo lo que se llama un buen gobierno.  Algunos lo han intentado  y lo han logrado parcialmente. La mayoría, principalmente en nuestro país, desean y buscan puestos en el gobierno, no para servir, sino como una fuente inagotable de ingresos, al punto que como sometedores del pueblo, le llaman ‘justicia y orden’ a sus creencias e ideales. Los sometidos, acá, los que estamos debajo de ellos,  le llamamos ‘derechos’ a los nuestros.

Las creencias sobre cómo gobernar llevan a los dominados a  abogar por la paz, por la tolerancia y por la libertad. Pero las creencias de los dominadores se abrazan de la creencia que la tiranía es su único camino. Y lo hemos visto y sufrido en nuestro país. La creencia de muchos poderosos  es que la vida humana vale menos que la tierra.

Si queremos cambiar el presente sistema de gobierno, si contamos con creencias sólidas, con suficiente fe, podemos conseguir lo que en el presente es inimaginable, siempre y cuando no esperemos a que las cosas “sean atraídas” al solo pensarlas o desearlas. Tenemos que involucrarnos en mente y cuerpo para lograr las cosas. La fortuna desprecia al hombre que nada intenta.

Cuando un gobernante cree que todo lo logra, lo que los ciudadanos resienten, se molestan que se pongan en duda sus decisiones. La ilusión más grande que tenemos es creer que la mayoría gobierna, al fin y al cabo, se dice, esto es una democracia, pero nuestra mayor desgracia es darnos cuenta que esto no es verdad. Por muchísimos años, un pequeño grupo de ‘listos’ es el que gobierna a un grupo mucho más numeroso de otros menos listos que es el que obedece. Tal como es y está la política actualmente, no se necesita para triunfar más que conocer las trampas de siempre